Aferrarse es creer que hay un pasado, dejar ir es saber que hay un futuro – Daphne Rose Kingma

Los seres humanos somos dependientes por naturaleza, desde el vientre materno y a lo largo de nuestra vida. De niños se justifica, pues no hemos adquirido ni la madurez física ni emocional para valernos por nosotros mismos, ni tampoco gozamos de los medios económicos para asegurar nuestra subsistencia. Pero cuando nos hacemos adultos, lo ideal es convertirnos en seres independientes, librarnos de todos esos apegos que nos llenan de miedo y en ocasiones terminan por limitarnos. Atención: esto no quiere decir que debamos convertir en seres solitarios.

“El apego es un estado emocional de dependencia a una cosa, a una situación o persona”, así lo definió el psicólogo británico John Bowlby, y agregó que cumple dos funciones: una biológica, que como ya les expliqué nos asegura la supervivencia, y la otra, pongan atención, es de tipo psicológico porque nos hace sentir seguros.

Pasa que crecemos, nos hacemos independientes económicamente, pero nos somos capaces de cortar con relaciones que ya no funcionan, o, ocurre también, que el temor a quedarnos solos nos llena de miedo y terminamos aferrados a situaciones o personas que sencillamente ya cumplieron un ciclo en nuestras vidas o, peor aun, nos hacen daño. Esto ocurre en varios aspectos: trabajo, familia y, sobre todo, en el amor.

Es importante tener en cuenta que el desapego no significa que debamos romper ese nexo que tenemos hacia algo o alguien que consideramos importante: una madre siempre querrá a sus hijos, pero eso no significa que deba tenerlos siempre cerca e impedirles hacer su vida; a lo mejor llevas muchos años en tu trabajo, pero eso no significa que tu jubilación sea el fin, al contrario, tal vez sea la oportunidad de dedicarte a otras actividades.

Puede que ese hombre o esa mujer con la que un día te juraste amor eterno, no sea la misma persona, o que la relación se ha ido enfriando y no es como antes. ¿Por qué aferrarte a algo que ya no funciona? Por evitar el qué dirán, por creer que te vas a sentir desdichad@ y muy sol@. No debes pensar así. No asocies el desapego con abandono; tampoco significa que dejas de querer, de amar. Si lo tienes los disfrutas, y si debe irse, lo sueltas. Recuerda: lo más importante de tu vida eres tú mism@.

Al practicar el desapego nos sentiremos más libres, más livianos, podremos abrir nuestra mente y nuestro corazón para vivir nuevas experiencias, socializar, fortalecer nuestra autroestima. El desapego si es bien manejado, puede ser una oportunidad de crecimiento.

Dios los llene de bendiciones siempre.